Durante siete meses, Lancer permaneció en el Servicio de Animales de la Ciudad de Mobile sin ninguna solicitud de encuentro. Era un perro adorable, que solo buscaba cariño, y sin embargo, nadie parecía notarlo, así que Lancer intentó tomar las riendas.
“Cada vez que alguien pasaba por su caseta, extendía la pata para intentar que alguien la sujetara”, Mary Kate Hale, gerente de medios digitales del Servicio de Animales de la Ciudad de Mobile.
Cada vez que alguien pasaba, apretaba su pequeño cuerpo contra la parte delantera de su caseta, apretándose desesperadamente contra él en una silenciosa súplica de conexión. Con suave persistencia, estiraba la pata a través de los fríos barrotes metálicos, extendiendo la mano a cualquiera que se detuviera, aunque fuera por un instante.
Sus ojos, llenos de anhelo, buscaban en cada rostro una muestra de bondad, esperando que alguien viera el amor que tenía para dar. Solo quería una oportunidad: ser visto, ser tocado, ser amado. Día tras día, esperaba con una esperanza inquebrantable, y sin embargo, nadie podía entender por qué un alma tan dulce había sido ignorada durante tanto tiempo.
“Lancer es conocido por su carácter dulce y su amor por la mantequilla de cacahuete”, dijo Hale. “Después de una ronda de carreras, se le puede encontrar durmiendo la siesta en un lugar sombreado con las patas estiradas como las de una rana”.

Un día, Lancer probó su movimiento característico con un voluntario que pasaba, y no pudieron evitar detenerse a tomar una foto de lo adorable que se veía. Publicaron la foto y una tierna reseña sobre Lancer en redes sociales, e inmediatamente, el mundo se enamoró.
“En menos de 24 horas, después de que la historia de Lancer se compartiera en Facebook, logró conquistar el corazón de alguien especial”, explicó Hale. “Entre todos los que vieron su publicación, un hombre en particular, Nick, sintió una conexión instantánea. Sin dudarlo, supo que tenía que ser él quien le diera a Lancer el hogar amoroso que merecía”.
Nick comprendió de inmediato lo dulce que era Lancer y cómo solo ansiaba amor, y decidió que era la persona perfecta para dárselo.

Hoy, Lancer no solo sobrevive, sino que prospera en la comodidad y seguridad de su hogar definitivo. Rodeado de amor, por fin vive la vida que todo perro merece. Y ahora, cada vez que extiende la pata —un hábito que nunca abandonó—, su papá siempre está ahí para tomarla con cariño. Es un recordatorio silencioso pero poderoso del vínculo que comparten, basado en la confianza, la sanación y la promesa de que Lancer nunca volverá a estar solo.